Denuncia contra evaluadores del SNI
Carta publicada en la revista Proceso, número 1663 del 14 de septiembre de 2008, en la sección Palabra de Lector, p. 81.
Señor director:
Permítame difundir esta carta para el director del Sistema Nacional de Investigadores, doctor Francisco Xavier Soberón Maneiro.
En México, donde hoy reina la impunidad política y jurídica, también parece reinar la impunidad académica. Al respecto, denuncio un acto arbitrario, vergonzoso e injusto, realizado en mi contra por la Comisión Dictaminadora de Humanidades y Ciencias de la Conducta del SNI, en la que participan, entre otros, los historiadores Guillermo Palacios, Juan José Saldaña y Mario Cerutti.
Fui evaluado por el trabajo de los últimos cinco años, con el resultado de ser reubicado del nivel 2 del SNI al nivel 1. Algunas de las razones que se esgrimen son:
1. Que no publiqué en “revistas de calidad internacional y arbitraje estricto”. Esta afirmación raya en el sinsentido. En estos cinco años publiqué 44 artículos (entre ediciones, reediciones y traducciones de mis textos), en revistas como Review, de la State University of New York; Comparativ, de la Universidad de Leipzig; Diálogos con el Tiempo, del Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de Rusia; Revista Colombiana de Sociología, de la Universidad Nacional de Colombia; Le Monde Diplomatique, Edición Polonia, o Lutas Sociais, de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, entre otras. Es decir, en las revistas de esos países más reconocidas internacionalmente, que realizan arbitrajes rigurosos de todos los ensayos que publican.
2. Que debo “diversificar las revistas en que publico”. Esto parece una mala broma de la comisión. Difundí mis artículos en 22 diferentes revistas, impresas y electrónicas, de 10 países (México, Alemania, Italia, Brasil, España, Colombia, Rusia, Estados Unidos, Argentina y Polonia) y en siete idiomas (español, alemán, italiano, portugués, ruso, inglés y polaco).
3. Que “no presenté producción científica en libros publicados en editoriales de prestigio académico”. Otra vez una afirmación ridícula. En los cinco años reportados publiqué 38 libros, editados en seis idiomas y en 12 países, entre ediciones, reimpresiones y traducciones. Lo hicieron Editorial Era, de México; El Viejo Topo y Montesinos, de España; la Editorial de la Universidad de Leipzig, en Alemania; el Centro Juan Marinelo, de Cuba; L’Harmattan, de Francia; Papirus y Cortez Editora, de Brasil; Editorial LOM, de Chile; Editorial Krugh, de Rusia; las universidades de Maringá y de Londrina, también de Brasil; la Universidad de San Carlos, de Guatemala, y Shandong University Press, de China, entre otras. ¿No son estas editoriales de prestigio académico?
Soy víctima de una injusta evaluación, pues estoy convencido de que ninguno de mis evaluadores tiene siquiera la décima parte del currículum vítae y de los logros míos, lo que puede fácilmente comprobarse cotejando nuestros respectivos historiales académicos.
Y me pregunto: ¿Quién evalúa a estos evaluadores del SNI? ¿Qué sucede cuando ellos no están capacitados para juzgar a uno de sus pares? ¿Cómo hacemos frente a sus errores, sus limitaciones, sus envidias y recelos frente a la historiografía realmente crítica? ¿Cómo enfrentamos su mezquindad y su prepotencia al evaluar un trabajo que no comparten, que no comprenden y que, por lo tanto, no pueden apreciar correctamente?
Confieso no saber las intenciones de esta injusta evaluación de mi trabajo intelectual por parte de esa comisión. Pero declaro públicamente que no logrará, en ningún caso, hacerme abdicar de la vocación crítica y del carácter independiente que, orgullosamente, he tratado siempre de darle a todo mi trabajo intelectual.
Como dice el sabio refrán popular: “No se puede tapar el sol con un dedo”. Por eso me reconforta el hecho de pensar que el tiempo pondrá a todos y cada uno en el lugar que realmente nos corresponde. ¡Al tiempo!
Atentamente
Doctor Carlos Antonio Aguirre Rojas
Señor director:
Permítame difundir esta carta para el director del Sistema Nacional de Investigadores, doctor Francisco Xavier Soberón Maneiro.
En México, donde hoy reina la impunidad política y jurídica, también parece reinar la impunidad académica. Al respecto, denuncio un acto arbitrario, vergonzoso e injusto, realizado en mi contra por la Comisión Dictaminadora de Humanidades y Ciencias de la Conducta del SNI, en la que participan, entre otros, los historiadores Guillermo Palacios, Juan José Saldaña y Mario Cerutti.
Fui evaluado por el trabajo de los últimos cinco años, con el resultado de ser reubicado del nivel 2 del SNI al nivel 1. Algunas de las razones que se esgrimen son:
1. Que no publiqué en “revistas de calidad internacional y arbitraje estricto”. Esta afirmación raya en el sinsentido. En estos cinco años publiqué 44 artículos (entre ediciones, reediciones y traducciones de mis textos), en revistas como Review, de la State University of New York; Comparativ, de la Universidad de Leipzig; Diálogos con el Tiempo, del Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de Rusia; Revista Colombiana de Sociología, de la Universidad Nacional de Colombia; Le Monde Diplomatique, Edición Polonia, o Lutas Sociais, de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, entre otras. Es decir, en las revistas de esos países más reconocidas internacionalmente, que realizan arbitrajes rigurosos de todos los ensayos que publican.
2. Que debo “diversificar las revistas en que publico”. Esto parece una mala broma de la comisión. Difundí mis artículos en 22 diferentes revistas, impresas y electrónicas, de 10 países (México, Alemania, Italia, Brasil, España, Colombia, Rusia, Estados Unidos, Argentina y Polonia) y en siete idiomas (español, alemán, italiano, portugués, ruso, inglés y polaco).
3. Que “no presenté producción científica en libros publicados en editoriales de prestigio académico”. Otra vez una afirmación ridícula. En los cinco años reportados publiqué 38 libros, editados en seis idiomas y en 12 países, entre ediciones, reimpresiones y traducciones. Lo hicieron Editorial Era, de México; El Viejo Topo y Montesinos, de España; la Editorial de la Universidad de Leipzig, en Alemania; el Centro Juan Marinelo, de Cuba; L’Harmattan, de Francia; Papirus y Cortez Editora, de Brasil; Editorial LOM, de Chile; Editorial Krugh, de Rusia; las universidades de Maringá y de Londrina, también de Brasil; la Universidad de San Carlos, de Guatemala, y Shandong University Press, de China, entre otras. ¿No son estas editoriales de prestigio académico?
Soy víctima de una injusta evaluación, pues estoy convencido de que ninguno de mis evaluadores tiene siquiera la décima parte del currículum vítae y de los logros míos, lo que puede fácilmente comprobarse cotejando nuestros respectivos historiales académicos.
Y me pregunto: ¿Quién evalúa a estos evaluadores del SNI? ¿Qué sucede cuando ellos no están capacitados para juzgar a uno de sus pares? ¿Cómo hacemos frente a sus errores, sus limitaciones, sus envidias y recelos frente a la historiografía realmente crítica? ¿Cómo enfrentamos su mezquindad y su prepotencia al evaluar un trabajo que no comparten, que no comprenden y que, por lo tanto, no pueden apreciar correctamente?
Confieso no saber las intenciones de esta injusta evaluación de mi trabajo intelectual por parte de esa comisión. Pero declaro públicamente que no logrará, en ningún caso, hacerme abdicar de la vocación crítica y del carácter independiente que, orgullosamente, he tratado siempre de darle a todo mi trabajo intelectual.
Como dice el sabio refrán popular: “No se puede tapar el sol con un dedo”. Por eso me reconforta el hecho de pensar que el tiempo pondrá a todos y cada uno en el lugar que realmente nos corresponde. ¡Al tiempo!
Atentamente
Doctor Carlos Antonio Aguirre Rojas
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